Tras el impacto global del COVID-19, el turismo ha experimentado una transformación profunda. Las inversiones ya no se concentran únicamente en destinos masivos, sino que apuntan a propuestas que integran innovación, sostenibilidad y conexión auténtica con las comunidades locales.
En 2024, el turismo mundial alcanzó 1.400 millones de llegadas internacionales, recuperando el 99% de los niveles de 2019 y registrando un crecimiento del 11% con respecto a 2023.
En España, el sector turístico sigue siendo estratégico: se proyecta que el aporte al PIB alcance el 13,1% en 2025, superando el 12,6% prepandemia, aunque con un ritmo de expansión moderado tras un fuerte repunte inicial.
El viajero postpandemia busca experiencias auténticas y responsables, que trasciendan la mera visita a monumentos para generar un impacto positivo en la comunidad. El énfasis está en la inmersión cultural, el bienestar personal y la conexión directa con la naturaleza.
Al mismo tiempo, la digitalización acelerada y omnicanal permite reservar actividades a golpe de clic, explorar rutas virtuales antes de viajar e incluso participar en talleres online de cocina local o artesanía.
En países como Argentina, las llegadas de turistas extranjeros crecieron un 2.753,8% en 2022 respecto a 2021, alcanzando 1,94 millones de visitantes solo en el primer trimestre de 2023. Este fuerte repunte se logró gracias a apoyos financieros multilaterales que canalizaron recursos hacia corredores turísticos y pymes locales.
Muchas empresas han rediseñado su oferta para privilegiar experiencias personalizadas de alto impacto, combinando servicios digitales con atención presencial de calidad, lo que ha atraído la atención de inversionistas nacionales e internacionales.
Aunque las cifras son alentadoras, persisten retos que pueden frenar la consolidación del turismo de experiencias como motor sostenible de crecimiento.
La tendencia hacia lo sostenible ya no es secundaria: los viajeros valoran productos que respeten el entorno y favorezcan el desarrollo local. Esto ha dado lugar a proyectos que combinan turismo con prácticas agrícolas regenerativas, energías renovables y programas de conservación de la biodiversidad.
Al enfocarse en valores sociales y ambientales compartidos, las iniciativas obtienen un doble beneficio: fidelizan a un turista más consciente y aseguran un retorno de inversión a largo plazo, al alinearse con objetivos de desarrollo sostenible.
Para 2025, se anticipa un crecimiento adicional del 3% al 5% en llegadas internacionales, impulsado por la recuperación de Asia y la consolidación de nuevos nichos de mercado. Los expertos coinciden en que las inversiones se orientarán cada vez más hacia tecnologías inmersivas —como realidad virtual y aumentada— y al fortalecimiento de cadenas de valor locales.
En este contexto, las claves para aprovechar al máximo las oportunidades son:
Así, el turismo de experiencias se perfila como un sector resiliente y atractivo para el capital, capaz de generar un desarrollo económico inclusivo y un vínculo profundo entre viajeros y destinos.
Referencias