La transformación de los sistemas alimentarios se encuentra en un punto de inflexión. Gracias al impulso del capital consciente, proyectos innovadores apuestan por prácticas agrícolas que restauran ecosistemas, capturan carbono y mejoran la vida de las comunidades rurales.
La agricultura regenerativa va más allá de un simple modelo de producción. Es una filosofía que prioriza el cuidado del suelo, la biodiversidad y la resiliencia frente al cambio climático. Su objetivo principal es sanar la tierra, en lugar de degradarla, combinando conocimientos ancestrales con tecnologías de punta.
Entre sus prácticas destacan el manejo holístico del pastoreo, la aplicación de biofertilizantes y la reducción del uso de agroquímicos. También integra herramientas modernas, como la inteligencia artificial y la genómica de cultivos, para optimizar recursos y maximizar resultados.
Los beneficios son palpables: se mejora la salud del suelo, se captura carbono en el suelo, aumenta la productividad y se refuerza la biodiversidad. Además, crea sistemas agrícolas más resistentes a sequías, plagas y cambios de temperatura.
El financiamiento de gran escala llega de la mano de fondos especializados y alianzas estratégicas. Por ejemplo, el fondo Permanent Crops II, gestionado por Toesca Asset Management y Astarte Capital Partners, destinará US$350 millones a cultivos permanentes en Chile y Perú. El 80% de estos recursos irá a campos de frutas frescas y el 20% a huertos de frutos secos.
Nestlé colabora con más de 400 productores chilenos, de los cuales 200 ya han adoptado prácticas regenerativas en distintas fases de la cadena productiva. El gobierno regional de Aysén financia laboratorios de suelo junto al INIA para generar datos científicos confiables y apoyar la transición a modelos sostenibles.
La clave para escalar estas iniciativas radica en estructuras que combinen distintos tipos de capital. La estructura de financiación mixta innovadora integra fondos públicos, privados y filantrópicos para reducir riesgos y atraer inversores a largo plazo.
El proyecto SARA, liderado por Anthesis y Ruuts, promueve el pastoreo regenerativo en la cuenca sudamericana, con auditorías de validación y registro ante Verra. Biotango, en alianza con INTA, aplica prácticas regenerativas holísticas más integradas para mejorar la resistencia climática de frutales.
Aunque existe un consenso sobre la urgencia de producir más alimentos con menos suelo, menos agua y menos insumos químicos, el desafío técnico y financiero es mayúsculo. Generar datos fiables sobre la microbiota del suelo requiere inversión en laboratorios y equipos especializados.
Las alianzas público-privadas estratégicas escalables son esenciales para garantizar la sostenibilidad y la replicabilidad de los modelos de éxito. El equilibrio entre incentivos estatales y compromisos privados define el ritmo de adopción.
Las grandes inversiones buscan un punto de inflexión antes de 2030, donde las prácticas regenerativas dejen de ser excepciones y se conviertan en la norma global. Para ello, se estima alcanzar a 100 millones de agricultores mediante esquemas de "pila de capital" y blended finance.
Las metas incluyen restaurar millones de hectáreas de terreno degradado, incrementar la captura de carbono en millones de toneladas y mejorar la seguridad alimentaria de las comunidades rurales. Este impulso transformador no solo beneficia al planeta, sino que fortalece los medios de vida de los productores y genera economías locales más prósperas.
La agricultura regenerativa es una apuesta de futuro que combina la esencia de la tierra con la innovación tecnológica. Apoyada en capital consciente, representa una ruta clara hacia sistemas alimentarios sostenibles, resilientes y justos.
Cada dólar invertido en estos proyectos es un voto a favor de la restauración ecológica, el bienestar rural y la lucha contra el cambio climático. El desafío está planteado: transformar la manera en que producimos, consumimos y convivimos con la naturaleza.
Referencias